viernes, 21 de mayo de 2010

INTERVENCION DEL SENADOR RUBEN GIUSTINIANI EN EL HOMENAJE AL BICENTENARIO (19 de mayo de 2010)






Señor presidente: desde el Partido Socialista, vengo a rendir nuestro homenaje a la Revolución de Mayo. El primer gobierno patrio fue el inicio de nuestra independencia nacional; fue el principio del fin de ese caduco y decrépito régimen colonial. Y aquella Primera Junta tuvo la responsabilidad de decidir cosas fundamentales como la forma de gobierno, la organización de los ejércitos de la independencia y, sobre todo, la fundación de un nuevo orden económico y social. Como nos lo enseñó Rodolfo Puiggrós en ese libro que es De la colonia a la revolución, tres siglos de colonia habían significado tres siglos de estancamiento. Por eso, rendimos hoy nuestro homenaje a quienes iniciaron un nuevo tiempo: a los patriotas como Belgrano y Moreno, que sintetizaron el programa de Mayo.






Ese programa de Mayo expresaba las banderas de los derechos ciudadanos, de la igualdad social, la libertad de imprenta y de pensamiento, el fomento de la educación popular, la libertad de los esclavos y, todo ello, junto a la libertad de comercio. Mi homenaje a aquellos hombres y mi homenaje a aquel pueblo de Mayo, al pueblo de la Revolución. Contrariamente a los que dicen y dijeron intencionalmente algunos textos de historia –la historia oficial–, se pintó en cuadros famosos que no había pueblo en aquellos momentos. Sin embargo el pueblo fue el dinamizador, el que impulsó la Revolución y el que la concretó. Fue ese pueblo que ya se había expresado antes a través del rechazo a las invasiones inglesas en 1806 y en 1807. Por eso, mi homenaje fundamental a quien en toda revolución es su motor: el pueblo de Mayo.






También quiero realizar mi homenaje a las mujeres de la Revolución de Mayo. Anteriormente, se preguntó si había mujeres en la Revolución de Mayo, porque uno recorre los textos de historia y resulta difícil encontrar algún nombre de mujer en cada una de las páginas que recorren esa historia. Sin embargo, fue Casilda Igarzábal quien el 19 de mayo de 1810, junto a un grupo de mujeres, buscó a Cornelio Saavedra y le expresó que no había que vacilar. Así fue que lo llevó a la casa de Nicolás Rodríguez Peña. Estas eran las casas donde se expresaban los laboratorios de la Revolución. Como ocurrió con la jabonería de Vieytes. Hablo de esas mujeres de Mayo, decididas y anónimas, como también lo fue Mariquita Sánchez, quien empezó a romper los moldes sociales en 1805. Cuando quisieron obligarla a casarse con un español, rechazó dicha pretensión y eligió a un patriota de menor abolengo que el suyo: Martín Thompson. En sus casas, también se realizaron aquellas reuniones revolucionarias de mayo. Fue Manuela Pedraza, la tucumana, quien empuñó su fusil por las calles de Buenos Aires en aquellos días de resistencia a las invasiones inglesas. Fue Juana Azurduy, la guerrillera, quien perdió a cuatro de sus hijos y combatió embarazada contra las tropas realistas en el norte. Luego, nombrada teniente coronel por el director supremo don Martín de Pueyrredón, y tras haberle hecho Belgrano la entrega de su sable por sus triunfos contra el ejército español, murió indigente otro 25 de mayo y fue enterrada en una fosa común. Como tantos otros patriotas, murió pobre y anónima. Por eso, vaya también nuestro homenaje a todas estas mujeres en este 25 de mayo.




También, vaya nuestro homenaje a un pueblo que no se redujo a estos lugares, a esos patriotas, en momentos en que no había facilidad en las comunicaciones. En aquella época, estas revoluciones se extendieron como un reguero de pólvora en cada una de las ciudades del territorio. El magistral escritor colombiano Germán Arciniegas pintó muy bien la situación y dijo: “Como si una voz secreta hubiese ido llevando de pueblo en pueblo mensajes de rebeldía, la insolencia de la plebe va creciendo y se oye un ruido de tambores que penetra en las entrañas de los montes; que se multiplica en la plaza de los pueblos; que se extiende por valles y explanadas, poniéndole a los españoles carne de gallina. Los gritos de protesta que se han dado en Vélez se hermanan con los de Asunción, se multiplican por los campos de Quito y se convierten en el Perú en esa demostración magnífica que llevó a su cabeza a la gran figura de Túpac Amaru. Es la conciencia americana que despierta, por primera vez, desde los días de la conquista: conciencia de los indios, de los negros, de los mulatos, de los mestizos, de los criollos; de las tres razas que se fundieron en un solo haz y que empiezan a mirarse como unidas frente a un destino común”.




Señor presidente: el mejor homenaje que hoy podemos rendir en el Bicentenario es esta reflexión sobre quiénes fueron protagonistas; sobre cómo se concretaron esos gérmenes de independencia y se logró esa unidad. Aquel Cabildo que tuvo aquella decisión, era muy distinto a este Congreso de la Nación. Quizás, también se expresaban allí tendencias e intereses totalmente contrapuestos en muchos aspectos, como hay aquí, pero supieron unirse en pos de un ideal común y de un objetivo común que todavía hoy falta encontrar en nuestra Patria, que es el de construir una Nación independiente y solidaria.


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